En nuestros templos católicos, al terminar la Eucaristía del Jueves Santo, es costumbre trasladar el Santísimo al Monumento, un lugar especialmente preparado y decorado con velas y flores para adorar y acompañar a Cristo con nuestro silencio, nuestras plegarias y nuestros cantos, en solidaridad con todas las personas que sufren injustamente
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